Los medios de comunicación extensamente informan de lo que ocurre en diez o veinte países y no de los casi doscientos que existen en el mundo; informan rápidamente de la muerte de alguien que les con- viene y no de los miles que mueren de parecido modo, o "muriendo".
Algunos medios de comunicación piden cuentas a la oposición de los problemas de su país, cuando es el gobierno quien debe rendir cuentas -por ejemplo, en un pueblo no es la oposición política la que debe res- ponder ante los problemas que surjan, sino su gobierno local-; algunos solapan la crítica sublimando "el todo va bien" o invitando a los obedien- tes al sistema; algunos difunden principios que atentan contra los de- rechos humanos como la pena de muerte o un juicio arbitrario; algunos subestiman la libertad de expresión o las manifestaciones sociales y, por el contrario, dan hasta el más mínimo detalle de la vida de un famoso; algunos alternan la violencia con los mensajes hipócritas de su moralidad de turno -doble moral-; algunos justifican la censura en aras de un modelo que no existe o al que ni siquiera siguen; algunos sólo meten cizaña para que sólo importe el dinero o el dominio financiero; algunos hacen juicios paralelos sobre quien se sospecha que ha cometido un delito -porque es muy feo o parece violento- para lincharlo; algunos ven la protesta como diabólica -también la posición política- y ajena a la cultura; algunos siguen o subliman líneas culturales en una sociedad multicultural -para provocar guetos o incluso la violencia-; algunos se saltan a la torera el derecho que tiene cualquiera a la imagen o el derecho que tiene un escritor a los derechos de autor; algunos utilizan personajes "desgracia- dos" o con pocas cualidades simplemente para la mofa o para conseguir más audiencia; algunos idean a la mujer como un objeto sexual o como aún no representativa de la sociedad; algunos no se enteran de que la homosexualidad existió hace miles de años para no meterla debajo de la alfombra y, si es una enfermedad, lo será inherente al ser humano como el comer -pero no se enteran-.
En fin, los medios de comunicación incultan indudablemente el espectá- culo a la confusión y menosprecian -unos más y otros menos- ser media- dores de lo social, hacia la perspicacia del "todo vale"; pero, ¿es esto lo que debe aprender un niño? ¿Vale acaso matar?
Extraído de http://www.rebelion.org/medios/031015repiso.htm
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